Yo no creía en el Transtorno del Déficit de Atención (conocido como TDA o TDAH si incluye hiperactividad), hasta que me tocó un hijo con… estas características. Los puntos suspensivos son porque he pensado la palabra.

No me gusta llamarle transtorno y desde luego no es una enfermedad, ni una tara, ni una minusvalía. Tampoco creo que sea algo a cambiar o a combatir, sino con lo que convivir.

Niños inquietos, dispersos, desconcentrados… han existido siempre. No es que esté de moda hablar de ello ahora, ni es un problema de los padres que adolecen de falta de paciencia, debido a la sobrecarga de su doble jornada. Porque eso es lo que creía hasta que tocó a mí. Más bien creo que ahora hay más conocimiento sobre el tema y se diagnostica, cuando antes no se hacía.

Pero, nuestro sistema educativo no favorece la educación en la diversidad. Un niño (atención, por cada 10 niños con TDAH hay una niña diagnosticada) al que le cuesta concentrarse debe convivir en un mismo espacio con otros que no tienen ningún problema en sostener la atención. Y habilidades como la inquietud o la dispersión, son ninguneadas o aplacadas por un maestro con un único sistema de evaluación que no encaja en todos los perfiles.

Así que la solución que recomiendan profesores, pediatras, psicólogos y psiquiatras a los padres desorientados y deseosos de ayudar a sus hijos -para que no sufran al no obtener resultados acordes a su esfuerzo, ni tengan fracaso escolar- es que los mediquen.

El Metilfenidato es la sustancia más común y tras darle la dosis diaria, el niño logra mantener la atención y desconecta menos de las explicaciones en el aula.

No puedo evitarlo pero medicar a un niño cuando no tengo la sensación que tenga una enfermedad, me deja una inevitable sensación de tristeza, de haber optado por una solución fácil para lograr que me hijo encaje y no sufra. Lo que en realidad querría es que el sistema se adapte a él, a ellos, a muchos. Que no tengan sesiones de una hora, tras otra y otra. Que no tengan un modelo de clase basado en escuchar y en no hablar. Que no tengan que estar sentados, quietos y en silencio un día y otro hasta la hora del patio, el viernes a las cinco o el verano, que no dependa su motivación de profesores extraordinarios o de colegios alternativos.

Pero mientras el sistema no se adapte a la diversidad y el modelo sea uno, único e inamovible, o mi hijo se queda atrás o lo tengo que medicar.

Qué triste.

 

PD: medicar me deja mal cuerpo, que mi hijo no encaje me entristece… pero, el TDA, también puede ser maravilloso. Acabemos este post con buenas noticias.

http://www.fundacioncadah.org/web/articulo/caracteristicas-positivas-en-el-tdah.html