LA IDEA
La historia de esta novela surge a raíz de la visión de una mansión preciosa situada en la calle que comunica la frontera de España con Francia, desde Puigcerdà. Es la denominada “casa de la aduana” en la novela. Nunca vi sus puertas abiertas y no sé a quién pertenece. Imaginaba, cuando pasaba por delante, de camino a un apartamento que alquilamos durante varios años en Osséja (Francia), que los propietarios serían una familia de la burguesía catalana, venida a menos y que su ubicación privilegiada (en la época en la que la frontera estaba limitada por una barrera), era propicia para ambientar una historia de contrabando.
A menudo hago esto: imagino relatos en mi cabeza, a partir de personas o de lugares que son reales y mezclo realidad con ficción. “Can Ventura”, existe. Es un restaurante situado en el corazón de la preciosa población de Llívia. Dolors, sus padres, los guardias civiles, los gendarmes, etc. son invención mía, igual que el trapicheo que sucede en el bar, “La confianza” o el encuentro entre Rocío y Rebeca en el restaurante “En Ville” cuyos nombres de establecimientos he tomado prestados. La idea de la caja de cerillas con las matrículas surgió de un reportaje que vi en televisión acerca del contrabando y para documentarme accedí al archivo de Puigcerdà y consulté partes de la policía, libros de la comarca y diarios de la época. Hasta que di con la historia de Cara Cremada, una noticia real sucedida en 1953. La novela iba tomando forma.
Sin embargo, descubrí que no me apetecía tanto escribir una historia policíaca sobre el pasado como una historia de amor y desamor ambientada en el presente. Pero sí que quería que el contrabando fuera la base que justificara como algunas familias pudientes, han establecido sus fortunas de manera fraudulenta. Quería retratar ese tipo de personas a quien todo les ha venido dado, bien por herencia, bien por haber nacido con un físico privilegiado, bien porque el azar, en algún momento, les favoreció. Es el caso de Adela, Sergio o Fran. Deseaba, contraponerlos con los personajes de Rebeca, Dolors o Àngel a quienes la vida no les ha sido fácil hasta que el azar les da la oportunidad de cambiar su suerte. Y entremedio situar a personajes como Anselmo, Blanca o Camila y darles una oportunidad de redimirse, una oportunidad que no todos ellos aprovechan. Deseaba mostrar también distintos tipos de parejas: aquellas a quienes les une el sexo, las apariencias, la estabilidad o el dinero, pero también aquellas otras basadas en el amor “de verdad”, aquel que resiste las embestidas del tiempo. Y quería ambientarlo todo en los lugares que conozco bien como son la Costa Brava, la Cerdaña o Barcelona. Deseaba hacerlo con un tono fresco, divertido, de acción ágil e irónica, con personajes ácidos, entrañables, sosos, románticos… Con tantas tramas, la novela, poco a poco, se iba convirtiendo en una historia coral con tres o cuatro personajes principales unidos por argumentos entrelazados. No ha sido fácil, pero sí divertido.
LA SINOPSIS
A las siete en punto de la mañana de un caluroso mes de junio empieza la rutina diaria en tres hogares de la ciudad condal. Blanca, a pesar de no trabajar, se levanta para atender a Sergio y a sus tres hijos. Aparentemente, son una familia de anuncio. La vida siempre les ha sonreído, no como a sus padres, Anselmo y Adela, quienes ni siquiera comparten dormitorio. A esa misma hora, Rebeca, la joven y fiel secretaria de Sergio, ya hace rato que trabaja para olvidar su soledad.
Lo que ignoran es que una serie de sucesos encadenados y nimios en apariencia van a dar un vuelco a la vida de todos ellos poniendo a cada cual en el lugar que le corresponde: un móvil olvidado en un cajón, la carta de un amor de juventud, un manuscrito tirado en una papelera, un mensaje imprevisto de una hermana con quien no tienes relación…
Porque la fortuna es imprevisible, aunque hay quien cree, erróneamente, que el azar se puede prever. Esa es la esencia de la teoría matemática conocida como la falacia de Montecarlo.
Una novela de amor y de traición, de secretos de familia, de nuevas oportunidades y de rupturas tardías, de ganadores y de perdedores, donde descubriremos personajes ácidos y entrañables y a mujeres empoderadas, débiles, adictas al trabajo, controladoras, luchadoras… pero todas ellas protagonistas de sus vidas.
LOS AGRADECIMIENTOS
Gracias de corazón por haber creído en mí a todo el equipo de profesionales que hay detrás de “La falacia de Montecarlo”: empiezo por Nuria Ostáriz, quien ha aportado tanto a la novela, poniendo orden y animándome a no abandonar; a Silvia Bastos por haberme recomendado al grupo Contraluz y a todo su equipo editorial (Fernando Paz, Marina Mena, Mercedes Castro —¡qué bien me han sentado las risas con tus comentarios!—…)
Gracias también a los lectores cero, esos que antes de que la novela vea la luz, la leéis y me dais vuestra opinión: gracias a Sandra Cano, Dolors López, Iván Ferrer, Xavi Fuster (cuesta encontrar buenos lectores varones) y a todas las chicas del club de lectura “leer es sexy de Sant Cugat” por vuestros comentarios entusiastas (y en especial a Cristina Heras, por su pormenorizada corrección).
Gracias a mis padres, Rosalía López y Juan Santana, por haberme inculcado que la perseverancia y la familia son pilares esenciales en la vida. A mis hijos, Txema y Andrea Ribas, por vuestros comentarios al leerla y, especialmente, gracias a mi marido, Pepón, por ayudarme a colarnos en la casa de la aduana y hacerme sentir de nuevo como una niña.
Y un GRACIAS mayúsculo a ti, lector/a: deseo que te haya gustado y me encantará saber tu opinión, bien en el blog aveceshablosola.com o en Instagram @aveceshablosola. Lo agradeceré mucho y también que la recomiendes: soy una joven promesa de cincuenta y pocos y tu apoyo me ayudará mucho y así, Contraluz y yo nos animaremos a preparar una nueva historia;)
Acabo de leer “La falacia de Montecarlo” y me ha encantado.
Lo he leído en cuatro o cinco días, no podía dejar de leer. Me ha enganchado.
Una historia preciosa, unos personajes muy bien definidos y una alta dosis de intriga.
Genial novela!
Enhorabuena.
Qué alegría tu comentario, Marisa. Mensajes como el tuyo son los que me animan a seguir escribiendo. Un abrazo.